Vista nocturna de Bogotá, desde el noroccidente de la ciudad. Tomada con Fuji Finepix 7000 |
Llevo varios días trabajando sobre el tema de la fotografía.
Y empiezo a sacar conclusiones.
Lo primero, mi historia.
Descubrí la fotografía por allá en el año de 1988,
aproximadamente. Era una materia más que veía en mis estudios de Diseño
Gráfico, en la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá.
No existía lo
digital, ni siquiera en sueños. Comprábamos rollos en B&N, económicos
(época de estudiante), revelábamos en los laboratorios de la universidad, e
igualmente copiábamos nuestras fotos en las ampliadoras que nos ofrecía la
institución. Pero se empezó a volver pasión…
No más rollos baratos, no más papel ni químicos de dudosa
procedencia. Compraba las latas de película para poder rebobinarla, los
químicos de buena calidad y que no estuvieran vencidos, y las cajas de papel de
diferentes marcas y cualidades para controlar los procesos. Finalmente pude
comprar una pequeña ampliadora, y el equipo básico para trabajar cuarto oscuro.
Esto era un sueño. Tomábamos clases de fotografía, hablábamos de composición de
la imagen, además tuve la fortuna de tener una maestra medio loca que en la
clase de historia decidió meternos historia de la fotografía. Horas en las
bibliotecas mirando los grandes maestros (no existía internet), y aprovechando
cada oportunidad para enriquecer mi cultura visual.
Y ejercicios, todo el tiempo. Era costoso para mi apretada
economía, pero era prioridad. Recuerdo que la primera (y única) cámara de
aquella época fue una Pentax K1000, con su lente normal, que si mal no recuerdo
era un 50mm de luminosidad 2. Otra gran experiencia fue conocer al maestro
Alberto Corradine, arquitecto urbanista, quien poseía una cámara hermosísima,
con todo el equipo soñado. Era una Voigthlander, una pieza de relojería. ¡Y me
la dejaba usar! Además tenía una ampliadora de mejor capacidad y calidad que la
mía, y sobre todo, mucha más experiencia.
Terraza de las instalaciones de Diseño Gráfico de la UNAL Sede Bogotá. |
Eso fue así toda la universidad, y el lugar a donde me fuera a vivir siempre montaba mi cuarto oscuro, unas veces generoso de espacio, otras veces debajo de cualquier escalera.
Y llegó el momento de trabajar, ya graduado… Antes de salir
me gané una pasantía en el diario El Tiempo, que era (y sigue siendo) el
principal diario del país. Escogí trabajar en fotografía. Una gran y dura
experiencia. La entrada fue con honores, me pusieron a tomar las fotos de todos
los eventos sociales en Bogotá. ¡Como era el nuevo! Fue bastante complicado,
pero a la vez tuve acceso al súper laboratorio que tenían en aquella época. Pasé
del Fiat 500 al Rolls Royce en un abrir y cerrar de ojos. Logré que me enviaran
a diferentes cubrimientos, y finalmente publicaron mi primera foto en el
diario, que era una visita a Chingaza, en los páramos cercanos de Bogotá.
Posteriormente pasé a un área que estaban montado, que era de fotografía para
los suplementos pagos. Allí hice fotos con equipos profesionales de
iluminación, y con cámaras de formato medio, y varias de estas fotos fueron
publicadas.
Después me desilusioné del trabajo en El Tiempo. Entendí lo
que debía hacerse para triunfar, pero me reusé a lamer traseros. Se me volvió
un principio de vida. Por eso soy independiente, y siempre he luchado por tener
lo mío, todo ello gracias a ese, mi primer (y único) trabajo.
Pero esta crisis personal conllevó que me dedicara más al
diseño editorial, y fui abandonando lentamente la fotografía, aunque jamás del
todo, pero esa es otra historia.
Toda esta antesala para entender que es lo que me sucede hoy
en día.
En todos aquellos años trabajé principalmente en B&N, y
mi conocimiento está allí. De color, poco o nada. En realidad no se copiar a
color, nunca lo hice de manera profesional, y mis acercamientos al color fueron
básicamente en diapositiva. En el diario nos daban todo, la cámara, el rollo, y
luego el color lo procesaba la persona encargada de ello.
El otro gran problema que jamás solucioné correctamente fue
el del archivo. Archivar negativos, contactos, y copias. Todo está “botado” en
un par de cajas, y mucho se ha perdido o dañado.
Ahora siento la necesidad de seguir evolucionando, y de
ponerle un sentido a las miles de fotos que he tomado en digital, e incluso en
soporte análogo.
Carlos García Tobón, junio de 2011 |
Trabajé muchos años en diseño de libros, hasta que en el camino conocí a Carlos García Tobón. Fotógrafo de vocación, arquitecto de profesión, y hoy en día sinólogo por convicción. Con el retomé la fotografía, aunque fuera de manera tangencial. Recorrimos medio país tomando fotos para un libro que le habían contratado, usé su equipo, y tuvimos charlas de horas sobre lo que se debe hacer y lo que no. Luego llegó lo digital, y el compró su canon digital, una eos 30D, creo. Y además empezó a digitalizar su archivo personal. Miles de fotos en diapositivas… sin hablar de las de papel y negativos de color. Y empieza la discusión por lo digital.
Mi entrada a lo digital siempre fue por la puerta de
servicio. El costo de las cámaras profesionales no pude costearlo, así que me
decidí por una Fuji Finepix 7000, con la que tome miles de fotos, en muchas
partes del mundo.
Bus escolar decorado, 2010. Toamada con Panasonic DMC-fz50 |
Durante este tiempo usé la Canon de Carlos, la Pentax que
compró mi hermana, una Nikon que llevaron a la oficina, y algunas otras
cámaras.
En este punto pasó algo que ha sido crucial. Se dañó el
disco duro donde tenía todo guardado. Traté de recuperarlo pero no fue posible.
Conservo el disco pues se que se puede recuperar la información, sólo estoy
esperando que baje el costo, o por lo menos esa es mi justificación, ya que se,
en el fondo, que el principal problema será organizar adecuadamente la cantidad
absurda de fotos que tomé.
Ref. Victoria. Producto de Yo Reinaré. Panasonic DMC-fz50 |
En la empresa que tengo ahora, Yo Reinaré, tenemos la necesidad de
tomarle fotos a los productos, pues se venden mucho por internet. Y ahí entré
yo. Las tomo, fondo blanco, esquema de iluminación fijo, y hago tres tomas por
maletas. Ha sido todo un aprendizaje. Empecé tomándolas con mi cámara Fuji, en
JPG de baja, pero cuando las necesité para impresión litográfica vi que debía
tomarlas en la máxima calidad de la cámara, pero las tomaba en JPG de alta. Entendí
que tampoco era lo que me servía, pues me tomaba mucho tiempo ajustar el color,
y era muy difícil mantener la calidad de la imagen.
Cambié de cámara, a la Panasonic, y mejoró muchísimo el tema
del color, pero igual sentía (y veía) que la calidad de imagen no mejoraba, es
más, que había retrocedido. Investigué muy poco, pero descubrí el tema de los
formatos RAW, y empecé a tomar las fotos en el RAW nativo de la cámara. Pero
como la solución de un problema lleva otro problema, en este punto no sabía que
hacer con la cantidad de fotos que tomaba, su tamaño, y la edición del famoso
RAW.
Así que ha seguir investigando, y probando. Llegué al
Lightroom luego de haber probado el Thumbnails de Cerius, y el horroroso Picasa
de Goolge (que para el hogar está bien). Y, aunque es un poco complicado de
entender, fue amor a primera vista. Me recordó todo lo que hacía en el
laboratorio, y además ¡organizaba las imágenes!
Llevo un año largo usando este programa, y sólo hasta ahora
empiezo a organizarme para usarlo de manera coherente. Me sirvió para las fotos
de la empresa, y es un excelente programa, pero para sacarle el jugo al
software necesito ser más estructurado, para así organizar mi archivo
fotográfico.
Y más coyunturas. Mi hermana se metió a estudiar fotografía
en Suecia, y compró una cámara digital Pentax, de lentes intercambiables, de
nivel profesional (pensaba yo en ese momento). Vino al país por una temporada
larga, y vi que ella necesitaba empezar a estudiar de manera coherente la
fotografía, pues tenía muchos vacios conceptuales y técnicos. Por esos días
había necesitado arreglar una cabeza de flash muy vieja que tenía, y buscando
en Internet conocí a Oscar Caviedes. Tuve una conversación con el que duro
horas, y quedé deslumbrado con sus conocimientos técnicos. Realmente se ha
dedicado a investigar, aclarar y entender esto, y lo principal, a llevarlo a la
práctica. También supe en ese “corto” tiempo que daba clases, pero el tema
quedó ahí. Gracias a la visita de mi hermana, volvía buscar a Oscar para que le
diera clases serias de fotografía.
Gracias a él entendí, al fin, la importancia del tamaño del
sensor de la cámara, de la calidad del desarrollo de los mismos, aprendí sobre cámaras,
lentes, y muchas cosas más que empezaron a aclararme el panorama. Así que esto empecé
a aplicarlo cada vez más en las fotos de mi negocio.
Personalmente ya no tomaba fotos de nada, ni de mi casa, ni
en un viaje, ni nada, únicamente las que debía hacer por mi negocio. Estaba
saturado con lo digital, abrumado con la cantidad de fotos que se pueden llegar
a tomarse en un solo día, y alejé este tema de mí.
Otra casualidad más. Viaje a China, todo se confabuló para
que pudiera hacerlo. Y empezó otra agonía, ¿qué hacer con el tema de la
fotografía en semejante viaje? Acudí a Oscar. Charlas y charlas sobre el tema,
lecturas en foros de internet, conversaciones con amigos, y el golpe final, dos
semanas antes de ir a China me fui para Cartagena, y Carlos me prestó su cámara
y un buen lente.
Con todo lo que tenía en la cabeza tomé fotos en diferentes
configuraciones de la cámara, y recordé lo que es tener una buena cámara en las
manos.
Y la decisión, me fui por la Olympus E-PL1 y el formato Micro
Cuatro Tercios. Muy difícil escoger. Es un tema complicado pues uno siente que
de esa decisión depende mucho el futuro de lo que vaya a hacerse con la
fotografía. ¿Por qué tome la decisión que tomé?
El peso de la cámara influyó muchísimo, hoy en día tengo una
lesión lumbar, y debo cuidarme de las cargas que lleve conmigo, y en Cartagena
recordé lo que pesa una cámara profesional, más si llevas lentes, trípode, y
libros en tu maleta.
Además, al poder usar la cámara Olympus (Oscar tenía ese
modelo, entre otras muchas más) con diferentes lentes acoplados al sistema
Micro Cuatro Tercios, redescubrí el placer del enfoque manual, del trabajo
lento, y muchas otras cosas que me recordaron a mi vieja Pentax K1000.
También tuve en cuenta el tamaño y la calidad del sensor, la
calidad de las imágenes copiadas en papel (Oscar hizo unas impresiones de un
par de fotos que tomamos de prueba), en fin, me convenció la cámara. El único
gran pero era que se debía enfocar como en cualquier cámara de hogar, por medio
de la pantalla de 2 pulgadas, y para enfoque manual… decidí asumir el reto.
Compré
la cámara. con el lente que venía con ella, 14-42mm de 3.5-5.6 M.Zuiko, que aprovecha el
auto enfoque, y compré aparte dos lentes mas. Un 70mm de 1.3, y un teleobjetivo
de 135mm de 3.5.
En Hong Kong encontré el visor digital de la cámara, y lo
compré, así que ahora tengo una reflex (digital) armada a mi gusto.
Tomé más de 3.000 foto s en China, y ahora empiezo a
organizar este desorden.
La cámara cumplió mis expectativas, el lente de 70mm es mi
nuevo favorito, y aprecio más la luminosidad en un lente que antes. Todo esto
ha traído nuevas dudas que iré despejando una a una, aprovechando este medio
que creo es el mejor para no dejar mis reflexiones en el olvido.
Podría escribir muchísimas cosas más, pero el objetivo de
esta historia es dar un marco a todas mis reflexiones. Es mi visión personal,
mi experiencia personal, y lo que intento son dos cosas, la primera, aclarar
todas las dudas que me surgen, y la segunda, documentar mucho de esto para que pueda
servir a quienes como yo, estén perdidos en este vertiginoso mundo digital y
comercial. Sé que lograré alcanzar estos dos objetivos.
Blas